miércoles, 16 de junio de 2010

Argentina, potencia y fuerza bruta

Con una impensada audiencia de casi tres millones
de personas, más de dos mil artistas desfilaron
por el centro porteño, relatando artísticamente
los 200 años de historia argentina.

Por Juan Pablo Nievas (Comisión 34)

“Tranquilos, dejen de avanzar que por acá no entra más gente”, gritaba una señora con tono y pose de maestra escolar. Es que el martes por la noche hubo tres millones de personas en la calle festejando el Bicentenario. La gente colmó la 9 de Julio, Avenida de Mayo, Plaza de Mayo, calles aledañas y hasta llegó al barrio porteño de San Telmo. El desfile artístico histórico y Fito Páez fueron los principales atrayentes de esta marea humana que, en busca de un virtual palco preferencial para el espectáculo, llegó a adueñarse de los techos de los quioscos de diarios y revistas, de las rejas y aleros de los edificios y bancos. Hasta crecía gente entre los arbustos de los bulevares.
Los organizadores se vieron sorprendidos por una audiencia mucho mayor a la esperada. “En 10, 15 minutos están llegando las carrozas muchachos, pero les tenemos que pedir que abran un hueco de unos 14 metros de ancho para que puedan pasar. Gracias y pongamos buena onda”, suplicaba una voz por los parlantes del escenario principal, apostado de espaldas al obelisco. Más allá del pedido amistoso, la gente no podía calcular 14 metros con exactitud, ni correrse sin aplastarse. Por eso, a los pocos minutos de comenzada la operación, las mismas voces tuvieron que pedir tranquilidad ante una pequeña gresca que afortunadamente no pasó a mayores.
“Ok, vamos a negociar”, dijo una voz femenina tras 30 minutos sin que las carrozas pudieran aparecer. “Toca un rato Agarrate Catalina, cuando llegan las carrozas ellos dejan de tocar, y después retoman. Queremos que disfruten de todo lo que les tenemos preparado ¿Les parece?”. El aplauso popular aprobó la moción, pero Agarrate Catalina no salió al escenario y la gente comenzó a cantar “queremos el desfile”.
Tiempo después, se pudo ver el primer cuadro de los artistas de Fuerza Bruta: un tributo a los pueblos originarios, donde los aborígenes caían asesinados tras dar un par de pasos, una y otra vez. Una imagen elocuente que dio paso a “la Argentina”, una muchacha de vestido blanco y manta celeste que, arnés mediante, volaba sobre el público arrojando papelitos cual entrada de la selección al campo de juego.
La procesión tuvo un alto repentino cuando asomaba la escenificación del cruce de los Andes, con nieve perfectamente lograda. Detrás se enfilaban el Éxodo Jujeño y La Vuelta de Obligado. Es que la aglomeración humana produjo tal congestión de carrozas, que se generó una extraña superposición de música aborigen con folclore.
Cuando la masa pudo por fin digerir las primeras carrozas, se pudo divisar un barco gigantesco, poblado por inmigrantes de varios países, “flotando” sobre un altísimo mantón representaba las olas del Atlántico. Dos acróbatas hacían girar la vela del palo mayor, en uno de los cuadros más imponentes y emotivos.
Llegó el turno del Tango, con más de treinta bandoneonistas apostados en los techos de típicos taxis porteños. Se eligieron los tangos “Recuerdo” y “Oro y Plata”. Tras los tangueros se escenificaron las luchas y movimientos sociales, incluyendo anarquistas, comunistas, peronistas y radicales de la primera hora. Detrás, arribó el cuadro de la pujante industria nacional de mediados del siglo XX, con las heladeras, la siderurgia y el mítico Siam Di Tella girando incesantemente. La escena arrancó nostalgia al público.
La fibra emotiva, sin embargo, se intensificó en los tres cuadros siguientes. En el primero se representaron los golpes militares con una metáfora muy fuerte: varias urnas gigantes y una copia de la Constitución Nacional se incendiaban. En el segundo, las Madres de Plaza de Mayo, con pañuelos grandes y brillantes, daban vueltas y vueltas alrededor de una pasarela, bajo una intensa lluvia artificial que simbolizaba la dictadura. Una escena muy emotiva que incentivó el canto de “el pueblo las abraza”. En la tercera, soldados de Malvinas caían tras la explosión de una bomba, y en su lugar se levantaban cruces blancas. “El que no salta es un inglés”, fue el hit que acompañó este cuadro. El desfile cerró con murgas festejando el retorno democrático.
Una carroza con varias personas contando, tirando billetes y cayendo simbolizó las reiteradas crisis económicas. Tras ella se representó, con globos, a todos los países de Latinoamérica, y una burbuja gigante con científicos y docentes, al futuro argentino. Los artistas del último cuadro se vieron obligados a quedarse a presenciar a Agarrate Catalina y Fito Páez, ya que la multitud le cerró el paso en el afán de hacerse un lugar cercano al escenario.

DESTACADO: “La aglomeración humana produjo tal congestión de carrozas, que se generó una extraña superposición de música aborigen con folclore.”

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