martes, 31 de marzo de 2009

GÉNEROS PERIODÍSTICOS y algo más.

Este texto también está en la fotocopiadora.
(Recuerden que ésta es una clasificación clasica y que en la actualidad los géneros suelen mezclarse. A quienes no les tocó el texto sobre la hibridación de géneros pueden leerlo más abajo, quedó posteado un poco lejos).
GÉNEROS PERIODÍSTICOS
Nota informativa o noticia:
Responde a la estructura de pirámide invertida. La información debe seguir un orden lógico en valor de importancia. Es decir que, la información va decreciendo en orden de importancia para que, si en necesario acortar la nota, se pueda cortar el último párrafo sin correr el riesgo de quitar información de gran relevancia.
Consta de una cabeza: siempre informativa. Se inicia con la síntesis de la noticia. Debe responder a la 5 W (qué, por qué, dónde, cuándo, quién) si es posible, ya que no siempre está toda la información. Pero, por lo general se puede contestar al menos a tres de las preguntas. A veces puede agregarse el cómo, pero por lo general se deja para desarrollar en el cuerpo de la nota.
Luego, el cuerpo de la noticia: Una vez que hemos narrado el hecho noticioso vamos a contar los otro hechos importantes que sostienen la noticia. Entramados del por qué, cuestiones vinculadas a cómo pudo pasar eso que acaba de pasar, cuestiones de interés que sumen a la cuestión y sus pormenores. Se debe mantener un estilo narrativo-periodístico, por eso no hay que ser redundante, no repetir conceptos ya emitidos. Nada de color.
Por último, el pie: Que lleve la información menos importante no significa que sea información superflua, eso queda fuera de la nota. Aquí van los datos de menor valor informativo, datos, que de ser necesario, se puedan cortar.

Crónica:  Es el relato preciso de un hecho mediante la información pura, sin juicios de valor ni opinión explícita. Por lo general, este relato sigue un orden cronológico. Por eso, a diferencia de la nota informativa, es fundamentalmente un discurso narrativo que relata un acontecimiento dando la ilusión de un desarrollo cronológico. La crónica tiene un carácter temporal que hace sentir al lector cercanía con acontecimiento que el periodista está narrando.
Cabeza: Suele ser descriptiva o declarativa, pero debe tener fuerza y enganchar al lector, esto es que tenga ganas de seguir leyendo, de saber qué es lo que ocurrió. A veces –no es lo recomendable- puede ser informativa.
Cuerpo: Debe desarrollar cómo fueron sucediendo los hechos, desplegando y ampliando las 5 W a lo largo de toda la nota. También debe describir los antecedentes de la noticia y el contexto. Es decir, dar información acerca de todos o algunos de los contextos político, económico, cultural, histórico, etc. que incidieron en que el hecho ocurriera.
Remate: Es tan importante como la cabeza. Puede ser alguna declaración o dato revelador guardado para el final. La idea es que informe acerca de cómo podría evolucionar el hecho que narra la crónica.

Nota color:  Es una nota típicamente descriptiva y no tiene cabeza informativa. Es la que cuenta una historia o describe una situación poniendo el acento en el modo como se desarrolla o plantea, antes que en la información. Sirve para ambientar o contextualizar un hecho informativo. Por ejemplo, si fue la asunción de los Ministros, la nota informativa diría quiénes fueron, dónde fue, a qué hora, qué dijeron, etc. Mientras que la nota a color podría hablar de quiénes asistieron, qué comentarios se hacían entre sí, cómo se miraban, qué tenían puesto, etc. Es decir, sirve para documentar los alrededores de una noticia, pero también para cubrir datos curiosos de la realidad. Por ejemplo, una reunión de motoqueros en la Quiaca. La verdad es que de eso no se puede escribir más que 5 líneas de información “dura”, pero con un poco de color se puede armar una nota color.
La nota color pertenece a un género menos esquemático que la nota informativa, lo que permite una escritura más libre. Los recursos de la redacción, por lo tanto, son más narrativos; ya que pasan fundamentalmente por la utilización de descripciones y testimonios. También por el punto de vista que elige el periodista para combinarlos: por ejemplo, la saga de una familia puede estar narrada a través de la casa o del pueblo donde vive; la historia de ese pueblo, a su vez, puede ser contada a través del edificio más viejo o de un personaje popular; etc. De todas formas, se recomienda no abusar de las adjetivaciones. No confundir periodismo con literatura, recordar que el periodismo es síntesis, claridad, precisión y economía de palabras.
Si el tema de la nota es de una persona o de un grupo de personas, se estructura a partir de aquellos aspectos del protagonista que lo hacen un ser humano único, de quienes lo rodean y del ambiente en el que se desenvuelve.
Si el tema de la nota es un lugar, su historia y forma de vida se estructura a través de las vivencias humanas, es decir de aquellos hechos, elementos, objetos y sensaciones que tienen un valor afectivo para sus habitantes.
Cabeza y remate: al igual que en la crónica deben ser atractivos.
Testimonios: Hay que tener en cuenta que los testimonios deben ser periodísticos, deben agregar información que pueda ser de interés para el lector. Recordar que los “textuales” se editan, para hacer comprensible la lectura, pero respetando el concepto y el léxico del entrevistado.

Géneros biográficos:
Perfil o semblanza: Puede referirse a una persona muy famosa, a una persona conocida sólo en determinado ambiente (Juez, empresario, policía, actor, etc.), a una persona que se hizo conocida con relación a un hecho en particular (testigo de un hecho, delegado de una fábrica en huelga, etc.), entre otras. Pretende poner de relieve aspectos o actividades determinadas de una persona, lo que implica un juicio de valor. Pone de relieve la personalidad del sujeto en cuestión. Su enfoque tiene relación directa con un hecho de actualidad, que motivó su inclusión en la edición. Si este texto no es acompañado por una biografía pueden incluirse datos biográficos.
Biografía, propiamente dicha: Redactada en el estilo de la crónica, contiene únicamente información con cifras precisas, sin juicios de valor (por parte del periodista ni de otros) acerca de una persona. Además de los datos básicos este género debe incluir, por ejemplo: estudios cursados; principales ocupaciones durante su vida; puestos y cargos de importancia que desempeñó; obra realizada en relación con la actualidad; premios, condecoraciones; si vive, actividad que desempeña en el momento de escribir la nota; origen familiar.
Necrológica: Informa, en primer lugar, acerca de la muerte de una persona. Por lo tanto, debe incluir datos como cuándo, dónde, a qué edad murió, y por qué causa fue la muerte. En el mismo texto incluye una biografía o un perfil. Si tiene relevancia las circunstancias en que murió este aspecto puede tomar más espacio que la biografía.
Historia de vida: Es una biografía muy ampliada de una persona. Por lo tanto, debe incluir datos inéditos, informaciones sobre aspectos íntimos y precisiones sobre aspectos físicos, así como también forma de vestirse, peinarse, carácter, sentimientos, creencias, costumbres, vivienda actual, su familia, lugar donde se crió, recuerdos de la infancia y adolescencia, enfermedades, momentos más felices o desdichados de su vida, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Es importante tener en cuenta las circunstancias por las cuales se incluye esa historia de vida en la edición.

Géneros de Opinión:
Son una variedad dentro de la forma retórica argumentativa. En ellos no hay despliegue temporal como en la crónica; sino que los juicios y razonamientos son enlazados mediante conectores lógicos que permiten la demostración. A los tiempos verbales propios del relato se oponen los regidos por el discurso, cuyo tiempo base es el “presente de la enunciación”, que remite al “ahora” del periodista. Son la interpretación personal que el periodista hace de un hecho o fenómeno determinado.
A diferencia de la crónica: estos géneros no hacen de la información eje de la nota. La dan por sabida, o bien incluyen datos complementarios, secundarios o que respalden la interpretación. Proporcionan opiniones o puntos de vista subjetivos, por lo cual casi siempre están firmados. Permiten utilizar un estilo personal, a veces independiente del estilo del medio.
Pueden desarrollarse a través de tres formas básicas:
Editorial: Expresa la opinión del medio; por lo tanto no está firmada, salvo en aquellos casos en que su autor es el director, jefe o secretario general de redacción del medio.
Columna fija: Está siempre a cargo del mismo periodista y aborda una temática determinada. Se publica un día fijo a la semana, siempre en la misma sección, y mantiene una extensión pautada de antemano.
Nota de opinión: Aborda un hecho o tema de actualidad y es escrita circunstancialmente por cualquier periodista o personalidad especializada en ese tema, ya sea por iniciativa propia o por encargo del medio. No tiene una extensión prefijada.
Cuando está escrita por una personalidad, al pie de la nota suele aclararse su profesión y/o cargo, si lo tiene.
En ocasiones, cuando la columna fija o la nota de opinión están firmadas por personalidades no habituadas a escribir, el medio le encarga a un periodista la redacción final que, utilizando la técnica de entrevista, recoge y da forma a las ideas de esa persona. Esta técnica suele usarse, por ejemplo, en columnas firmadas por deportistas o figuras del espectáculo, pero también para tomar declaraciones de funcionarios a último momento, que de lo contrario no tendrían tiempo de mandar su nota.

Nota de Investigación:
El objetivo de la nota de investigación en este taller es que los alumnos plasmen la mayor cantidad de géneros posible (es decir, aprendidos) en el trabajo, y logren una nota de investigación para una revista de interés general, orientada a un público masivo (Ej. Revistas como Viva; La Revista, del diario La Nación; Radar; Debate; Rolling Stone, etc. O las que aparecen en las secciones de interés general de los diarios, sobre todo, los de los domingos).
La nota de investigación es el género periodístico que asume la función de formar, además de informar, por excelencia. Ya que tiende a mostrar determinados aspectos de un acontecer que no siempre son accesibles a los lectores.
Un aspecto fundamental que diferencia a la nota de investigación de la crónica es su relación temporal con los hechos tratados: La nota no tiene que abordar necesariamente temas de actualidad. Esta característica habla de la expansión de los medios de prensa diaria, por sobre áreas antes cubiertas sólo por las revistas.
La nota de investigación es una única unidad conceptual e informativa, pero puede completarse con recuadros que le aporten otros géneros y puntos de vista. Esta nota debe revelar acontecimientos, datos, información oculta y el tema elegido debe ser, así mismo, de interés público.
Deben evitarse los temas muy específicos, ya que se trata de una nota para una revista de interés general y no especializada. De todas formas, también se deben evitar las temáticas muy trilladas. Estos pueden ser retomados, siempre y cuando sean abordados desde un costado original.
Una vez elegido el tema el periodista debe recopilar datos históricos, culturales, científicos, sociales, etc. También es muy frecuente que se incluya en la nota la opinión de un especialista sobre el tema.
Se debe prestar mucha atención al modo de encadenar las fuentes recopiladas, para que la lectura sea comprensible y accesible. Hay que ir intercalando testimonios directos e indirectos, cifras, estadísticas, descripciones producto de la observación, material de archivo y color.
Por último, el texto debe estar cuidado. Es decir, utilizar un vocabulario rico y narrar bien, de manera tal que el lector sea atrapado desde el inicio de la nota hasta su final. Por ello, al igual que en la nota color, se permiten más elementos narrativos y es fundamental, como en la crónica, una buena cabeza y un buen remate. De todas formas, el interés debe mantenerse durante toda la nota.

Notas (en general):
Como plantea Ana Atorresi en su antología de los géneros periodísticos, cabe aclarar que si bien ciertas características discursivas permiten una primera definición de un género y su reconocimiento, es innegable que los géneros se contaminan, es decir, toman algunas características de otros géneros. Esta contaminación es por demás evidente y hoy nos es casi imposible encontrar notas con géneros en estado puro. Por eso cuando un medio encarga una nota a un redactor, por lo general, la misma tiende a ser una mezcla de crónica, nota color, y a veces noticia, si es que comienza con una cabeza informativa.
Más adelante, cuando abordemos la temática del nuevo periodismo, podremos comprender cómo se fueron dando estos cambios a lo largo del tiempo. De todas formas, lo que aquí intentamos es una primera aproximación a los géneros en “estado puro”. Así contarán con herramientas para, a lo largo del año, poder incorporar y perfeccionar su técnica, para desarrollarse como periodistas gráficos.

Entrevista:
Antes que nada debemos diferenciar entre la entrevista como fuente de información (que desarrollaremos en el apartado “fuentes”) y la entrevista como género periodístico que, antes, ha de haber sido un encuentro entre el periodista y su entrevistado. Por otro lado, es importante diferenciar lo que en argentina entendemos como reportaje (entrevista) y lo que se entiende por él en el resto de los países de habla hispana. En España por ejemplo, un reportaje es una nota de investigación, o en profundidad sobre un acontecimiento determinado. Es por eso que para evitar confusiones, utilizaremos el término entrevista para las conversaciones establecidas entre periodistas y personas ignotas o famosas que tienen algo que informar o contar a la sociedad.
A continuación ofrecemos algunas pautas para realizar entrevistas, pero las características propias del género y sus variantes serán ampliadas en un apunte a parte (Del Río Reynaga, Julio, en “El arte de conversar”...).
Comencemos con lo que presenta el “manual de estilo de esta cátedra”:
El entrevistador está obligado a recurrir al archivo e informarse a fondo acerca de las características personales y profesionales del entrevistado, las cuales deben quedar reflejadas con claridad en el inicio de la entrevista, así como en el tono y profundidad de las preguntas posteriores.
Las preguntas deben ser breves y directas. Además, hay que evitar que contengan respuestas implícitas (Ej. de error: “España fue engañada por su gobierno. ¿Considera que ese fue el factor determinante de la derrota del Partido Popular?”).
Las respuestas textuales pueden ser sintetizadas o coherentizadas en tanto se respete lo conceptual y el nivel de lenguaje del entrevistado, esto es parte del trabajo de edición de la nota. En la edición final, deben suprimirse reiteraciones o muletillas y sintetizar las frases muy extensas.
El periodista es el dueño de su entrevista y ésta sólo refleja la versión del profesional acerca del diálogo que entabló con una determinada persona. Por lo tanto, la labor de selección temática no puede ser discutida con el entrevistado ni este tiene derecho a recibir una copia del texto antes de que sea publicado.
No se debe tutear al entrevistado salvo que exista autorización expresa para ello o que se trate, por ejemplo, del campeón infantil de ajedrez.
Las entrevistas deben realizarse preferentemente en lugares silenciosos, (no en bares o despachos oficiales) donde existen menos oportunidades de interrupciones inoportunas. Es conveniente tomar nota de los conceptos fundamentales que vierte el entrevistado, además de utilizar el grabador.
Si bien resulta conveniente proveerse de un punteo de los temas a tratar a fin de evitar olvidos, no se recomienda asistir a la entrevista con las preguntas previamente confeccionadas, ya que esta práctica impide atender a las respuestas, formular repreguntas y puede derivar en un trabajo esquemático.
Sólo excepcionalmente, con acuerdo del editor, se admite pactar cuestionarios por escrito. En tal caso, se debe informar al lector.
Cualquier acuerdo con el entrevistado acerca de temas que no deberán ser tocados en la entrevista, requiere la conformidad del editor y debe ser respetado.
La repregunta permite profundizar en conceptos que el entrevistado puede haber emitido inadvertidamente o clarificar afirmaciones vagas (Ej.: Entrevistado: “Sé que algunos ya están preparando mi sucesión”. Repregunta: “¿A quiénes se refiere?”).
La finalidad de la entrevista es dar a conocer las opiniones o ideas del personaje, nunca las del entrevistador.

LAS FUENTES Y SUS USOS
(Son la materia prima del periodista)
Aquí también transcribimos partes del “manual de estilo de la cátedra”: Las fuentes son la materia prima de una nota. Hay que cultivar los contactos y mantener los sentidos despiertos para obtener información. Cuáles son los mecanismos para obtener fuentes o quiénes y qué puede convertirse en una fuente de información:
La observación directa del periodista.
La gente, esto es, los protagonistas de un acontecimiento, los voceros y jefes de prensa, los contactos del propio periodista, organismos, instituciones, asociaciones, las agencias de prensa y los periodistas de otros medios.
Los otros medios (radio, revistas, diarios, televisión).
Los documentos (cables, documentos convencionales y no convencionales, archivos periodísticos, redes informativas, estadísticas, encuestas, sondeos de opinión, material bibliográfico, fotos).
La parainformación, esto es, visitas y llamados a la redacción, anónimos, rumores, chistes, campañas y avisos publicitarios, saber leer la ciudad.
Hay muchas y diversas formas de clasificar las fuentes:
Por su periodicidad: ocacionales o permanentes/confiables.
Por su ubicación: Nacionales, Municipales, locales, extranjeras.
Por su formato: Orales (entrevistas, testimonios, declaraciones) o Escritas (bibliográficas, periodísticas, documentales).
Siempre es necesario mencionar la fuente o procedencia de la información, cuando pueden ser identificadas y consientan en ello. De lo contrario, se utilizarán las expresiones “fuente oficial” o “fuente extraoficial”. Cuando se trate de observaciones que el periodista ha recogido de diferentes fuentes, podrá atribuirse la información u opinión a voceros, observadores o fuentes confiables, pero es necesario restringir este uso a lo imprescindible.
En los casos conflictivos hay que escuchar o acudir a las dos partes en litigio. Cuando se trate de hechos dudosos o especialmente delicados, deben contrastarse con, por lo menos, dos fuentes independientes entre sí. Llegado el caso, y agotadas las instancias, siempre se hará constar que determinada persona, supuestamente perjudicada por una información no ha sido localizada.
Jerarquizar las fuentes informativas es fundamental en la actividad periodística. Cabe al profesional, apoyado en criterios de buen sentido, determinar el grado de confiabilidad de las suyas y el uso que va a hacer de las informaciones que recoge.
Por razones prácticas distinguimos cuatro tipos de fuentes en el trabajo periodístico:
1) Fuente tipo cero: La que se caracteriza por su exactitud y no deja margen de duda (enciclopedias, documentos emitidos por instituciones creíbles). En general no requiere ser cruzada con ninguna otra.
2) Fuente tipo uno: Es más confiable en el caso de que la información provenga de una persona que habla con conocimiento de causa o está próxima al hecho que relata o no tiene intereses inmediatos en la divulgación de la noticia. También puede ser publicada sin chequearla con otra fuente.
3) Fuente tipo dos: Tiene todos los atributos de la fuente tipo uno, menos la confianza absoluta en la persona que relata los hechos. Siempre debe ser chequeada con por lo menos una fuente antes de ser publicada.
4) Fuente tipo tres: Es de menor confiabilidad. Está bien informada, pero tiene intereses políticos o económicos en la difusión. Por lo tanto, o bien funciona como punto de partida del trabajo periodístico, o ante la imposibilidad de ser cruzada con otra se publica con indicación explícita de que se trata de una versión, o un rumor.
Se denomina “off the record” a la información de una fuente que exige preservar su anonimato. El periodista puede clasificarlas en tres tipos:
1) “Off” simple: Ha sido obtenido por el periodista sin cruzarlo con otras fuentes independientes.
2) “off” chequeado: Cruzado con por lo menos dos fuentes. El texto puede indicar el origen aproximado de la información (Ej.: “médicos de la clínica confirmaron que el actor ha sido sometido a un tratamiento antidepresivo”).
3) “Off” total: Se trata de una información que, a pedido de la fuente, no debe ser publicada de modo alguno, aún cuando se mantenga el anonimato de quien la proporciona. Sólo sirve para orientar el trabajo periodístico.

SUMARIO
(No es un género periodístico, sino una etapa del trabajo)
Es el resumen de una posible nota para un medio gráfico.
Para un diario: Se escribe para mañana. A primera hora los editores de cada sección se reúnen para confeccionar la lista de notas propuestas para publicar al día siguiente. La elaboración es a partir de:
-Cables de las agencias noticiosas nacionales e internacionales.
-Sumarios enviados por los corresponsales.
-Declaraciones de diferentes personas formuladas durante entrevistas radiales.
-Notas de producción propia, ya cubiertas, en proceso de elaboración, o por cubrir durante el resto de la jornada.
-Notas o informes especiales “en parrilla”.
Para una revista: Se escribe para dentro de 15 días. Por eso hay que diferenciar el tratamiento de las notas. Son desde un punto de vista más analítico. Debe presentarse de la siguiente manera:
-Puntear una idea.
-Pensar fuentes a consultar.
-Especificar en la sección en que iría (Política Nacional, Política Internacional, cultura y espectáculos, información general, el país o sociedad, deportes u otras secciones propias de la revista en cuestión). Tener en cuenta que en cada sección predomina un tipo de género.
-Presentar una propuesta de edición.

ELEMENTOS DE EDICIÓN
Título: Es el nombre de la nota. Puede ser informativo (“la noticia”) o conceptual (es decir, metafórico).
Volanta: Va sobre el título y en tipografía más chica. Es informativa y amplía los datos del título. Debe ser autónoma sintácticamente.
Volanta de pase o cintillo: Es un título muy breve, sin verbo y de cuatro o cinco palabras como máximo. Se coloca en el ángulo superior izquierdo, arriba de la volanta común. Cuando la cobertura de un hecho se despliega en más de dos páginas; a modo de título temático general. Ó, en coberturas seriadas a la manera de “chapas”.
Bajada: tiene características similares a las de la volanta común, pero suele ser más extensa. Se coloca bajo el título y se desarrolla en 3 o 4 frases sin subordinadas. Clarín suele usarlas mucho.
Copete: Es un párrafo formado por oraciones breves que resume la información principal del texto informativo periodístico, sin juicios de valor. Se coloca entre el título y la nota a la izquierda o derecha. Página/12 es el medio que más lo utiliza.
Epígrafe: Es el texto que acompaña a las fotografías o imágenes e intenta contextualizar y agregar información a lo que la imagen ya muestra. El epígrafe no debe describir lo que se ve a simple vista.
Destacados: Son extractos de la nota editada, que se insertan en la misma nota con una tipografía más grandes que la del texto. Por lo general son citas textuales, o datos, cifras relevantes que se desarrollan en el artículo. Sirven para atraer al lector.

domingo, 29 de marzo de 2009

Periodismo líquido

Publicado por Página/12: Lunes, 23 de Marzo de 2009
Mitologías - La página de análisis de discursos
Una reflexión sobre la idea del adjetivo “líquido” al uso de Zygmunt Bauman, pero aplicado al periodismo.
Por Martín Becerra *
El corazón de la sociedad de consumo late en una modernidad líquida a la que dedica buena parte de su obra Zygmunt Bauman. Ese latido bombea el fluido vital de ideales y valores inestables. El exceso de información caracteriza a las sociedades actuales. El sistema destinado a su producción, circulación y apropiación social define los rasgos identitarios de sus individuos así como un siglo atrás lo hacía la institución escolar, en la sólida era de la sociedad de productores. Para el sociólogo polaco, lejos de aquella estabilidad que imanaban tanto las palabras como las cosas, en la sociedad de consumo se diluyen esos sentidos fuertes para volverse todo lívido y fugaz.
Uno de los dispositivos emblemáticos del cambio epocal, que es la fuerza motriz de la producción y circulación de ideas y valores, es el periodismo. La modernidad líquida se nutre del ejercicio de un periodismo líquido, como tituló Miguel Wiñazki hace cuatro años.
Claro que referirse al periodismo como “líquido” en un contexto de hiperconcentración empresarial, donde el poder de grandes grupos desconoce fronteras (geográficas, económicas), parece contradictorio. ¿Periodismo líquido en un país encorsetado por el predominio de intereses bien mundanos que monopolizan derechos de televisación de interés masivo (como en el caso del fútbol) y obstaculizan toda iniciativa tendiente a la libre concurrencia y al acceso de otros –que no sean ellos mismos– a la titularidad de licencias audiovisuales? ¿No es ello exactamente opuesto a la liquidez? Pues no: una parte importante del periodismo se vuelve cada vez más líquido, más flexible y efímero, es decir menos sólido y metódico en sus objetivos, estilos, gramáticas, relaciones, rutinas y convicciones, al mismo tiempo que pocos grupos empresarios (algunos de ellos integrados por parlamentarios contra lo que la vetusta y autoritaria ley hoy defendida por los mismos grandes grupos, establece) consolidan su predominancia en el control de los principales medios del país. Tiene lógica: el periodismo líquido es por definición dúctil, y su condescendencia empieza por casa, con el patrón.
El periodismo líquido contiene, en sus condiciones de producción, un apotegma: la economía de recursos. Las personas, el tiempo y el estudio necesarios para comprender y explicar complejas situaciones sociales son reemplazados por el principio de instantaneidad irreflexiva. El periodismo líquido es antiintelectual por definición. Abusa de las opiniones, pero éstas deben ser viscerales (es el reino de exclamaciones como “¡qué horror!, ¡qué barbaridad!”, como bien ironizó Juan Pablo Varsky entrevistado por Página/12 en enero último).
Una de las figuras paridas por el periodismo líquido es la de los llamados “periodistas mendigos”. Son periodistas que mendigan por una entrevista o por una declaración anodina de alguien con fama. Es clásico el ejemplo del “periodista mendigo” al cierre de un partido de fútbol que se arrima al jugador: “¿Y Román, en quién pensaste al patear el penal?”. El periodista mendigo no interroga, sino que ofrece una cómoda excusa para que su “entrevistado” emita sin sobresaltos la frase que desee. El periodista mendigo no repregunta, a menos que su “entrevistado” lo habilite expresamente a ello. El periodista mendigo no incomoda, por decisión propia, al “entrevistado”. El periodista mendigo, valiosa pieza pulida por el periodismo líquido, emite elogios a modo de súplica si la fuente es “del palo” o la condena en juicio sumario si no tiene contacto o acceso a ella (pero no le dará derecho a réplica).
Como en el título del libro de Paula Sibilia, La intimidad como espectáculo, el periodismo líquido activa sus criterios de noticiabilidad a partir de dos variables: espectáculo e intimidad. Se reduce la noticia al ámbito de lo espectacular y para sostener la espectacularidad se recurre a la intimidad, al fisgoneo y la develación (muchas veces, autorizados por las fuentes) de lo íntimo.
Sería errado confinar a las secciones de deportes o espectáculos, esas zonas donde se dirime el “poder blando”, la morada del periodista mendigo: en la zona dura de economía o política la práctica mendicante gana terreno. Tampoco sería justo reducir la influencia del periodista mendigo a la televisión o la radio, medios cuyo torrente continuo de emisión exige llenar espacios incesantemente: el periodista mendigo anida en las redacciones de periódicos y revistas tanto como en los medios audiovisuales. No se trata de un problema individual: es un síntoma de época.
El periodismo líquido es puro presente y por ello el periodista mendigo debe privarse de ejercitar la memoria: su desempeño no sólo prescinde del archivo, sino que requiere anular toda documentación que rebase la referencia a lo inmediato. Con una excepción: la vida íntima o familiar del “entrevistado”. Es clave que el periodista mendigo conozca los nombres de hijos, pareja/s y mascotas del “entrevistado” para que, previa autorización, la conversación fluya entre anécdotas de su entorno familiar. Es clave para el periodista mendigo tutear al “entrevistado” y despedirse con un fuerte abrazo. Su máxima realización profesional será insertarse en el círculo íntimo del “entrevistado”, provocando una mímesis entre periodista y fuente. En última instancia, el periodista mendigo convierte su credo en religión y así como no exige coherencia en las posiciones de su “entrevistado” (porque teme irritarlo o porque ignora el pasado), tampoco respeta él mismo la lógica entre precedente y consecuente, y cambia de postura, de ídolo y de camiseta con naturalidad.
En el periodismo líquido el anecdotario es el factor clave de explicación de la realidad. Esta se teje, en el periodismo líquido, por anécdotas sin historia, justo a la inversa de la más fértil tradición periodística en donde la historia podía revestirse con anécdotas en aras del respaldo argumental y de la seducción del receptor.

* Universidad Nacional de Quilmes y Conicet.

En tiempos de lenguaje digital

Publicado por Página/12: Miércoles, 25 de Marzo de 2009
La ventana - Medios y comunicación
El desarrollo tecnológico, la digitalización, el lenguaje digital. Todo produce cambios en la vida cotidiana, pero también en la tarea profesional de los periodistas. Cambia la manera de hacer periodismo y cambia el lenguaje del periodismo. Nuevas estrategias, diferentes posibilidades, otras exigencias, presiones y demandas, más allá del debate del proyecto de Ley de Radiodifusión, que será desarrollado cotidianamente, como hasta ahora, en las páginas políticas del diario.
Por Silvana Comba y Edgardo Toledo *
Para quienes trabajamos cotidianamente en la gestión de información, los cambios de las últimas décadas han sido constantes y, no pocas veces, abruptos. A partir de la década del ’90, las computadoras extendieron su campo de acción al sector de la gráfica avanzada, el audio y las imágenes en movimiento, ampliando los escenarios laborales al mundo del multimedio y la simulación en tiempo real. La tendencia a la masificación de la web y todos sus servicios (Internet, e-mail, chat y las innumerables aplicaciones de la web 2.0) también está abriendo las puertas a nuevos espacios.
En el periodismo esta situación se hace más que evidente, a tal punto que se ha acuñado el término “periodista digital”. Pero, en realidad, ¿existe un periodista que tenga ese status? ¿Se lo puede diferenciar conceptualmente del periodista tal como lo hemos conocido hasta ahora? ¿Existe algún periodista que esté por fuera del ritmo y el ambiente que imprime hoy la comunicación digital?
Para el investigador francés Pierre Levy, las tecnologías del conocimiento (sistemas de comunicación, de escritura, de registro y reproducción de información) modelan el medio ambiente cognitivo que habitamos. El concepto de ecología o economía cognitiva hace referencia al ambiente cognitivo modelado por las formas sociales, las instituciones y las técnicas de una época. Los tipos de representaciones que prevalecen en tal o cual ecología cognitiva favorecen modos de narrar, de comunicar y de conocer particulares. Para el periodista escribir hoy significa sentarse frente a su computadora/notebook –o demás herramientas disponibles– y usar un procesador de textos. Por otro lado, buscar información sigue siendo estar ahí, preguntar a los protagonistas, explorar el territorio, pero no sólo eso. Ahora además es necesario recurrir a las múltiples opciones de acceso a la información que ofrece Internet. Y ni hablar de lo que ocurre en el ámbito del fotoperiodismo. La fotografía digital vino a potenciar esa otra forma ancestral de contar, a través de imágenes. La pantalla se convirtió, de esta manera, en un dispositivo que también está introduciendo cambios importantísimos en las prácticas de escritura, lectura y conocimiento. La digitalización y las nuevas formas de visualización del texto sobre la pantalla aportan otros modos de leer y de comprender. La pantalla pasa a ser una “máquina para leer/hacer” con características singulares.
Entonces, hablar de “periodista digital” es una idea empobrecedora, demasiado obnubilada por el artefacto, por los sistemas de registro y transmisión. No permite apreciar la dimensión de los cambios que todos los periodistas están viviendo en sus rutinas productivas. Hace ya un tiempo, el escritor-periodista Tomás Eloy Martínez, en una conferencia pronunciada ante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, decía: “Cada vez que las sociedades han cambiado de piel, o cada vez que el lenguaje de las sociedades se modifica de manera radical, los primeros síntomas de esas mudanzas aparecen en el periodismo”. Hoy estamos asistiendo a uno de esos cambios de piel: el lenguaje digital –no el periodista digital–, con sus enormes potencialidades y su maleabilidad, plantea nuevos desafíos al periodismo. Preguntar, indagar, conocer, dudar, investigar, confirmar, emocionar, todo lo que constituye la esencia de la práctica periodística se amplía.
En definitiva, ninguna tecnología determina tal o cual modo de conocimiento o de organización social, sino que los condicionan o hacen posibles, los plasman. Abren un abanico de nuevas posibilidades de las que los actores sociales sólo seleccionamos algunas.
Así como en los principios de esta corta historia se hablaba de diarios electrónicos, con un marcado énfasis en el soporte, luego se comenzó a agregar la palabra digital para incorporar el análisis de cómo los nuevos lenguajes iban transformando las prácticas y las rutinas periodísticas. Por eso hoy ser periodista requiere formación, experimentar con nuevos lenguajes y géneros para contar historias con la precisión de los alquimistas: el dato justo, la paciencia del investigador, la sutileza del novelista y la responsabilidad del hacedor de realidades. Por eso, como afirma García Márquez, “el periodismo merece no sólo una nueva gramática, sino también una nueva pedagogía”.
* Docentes investigadores de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario.

GÉNEROS PERIODÍSTICOS: PARA ARROPAR SU HIBRIDEZ

El presente artículo aparece publicado también en: Rodríguez Betancourt, Miriam. 2004, Estudios sobre el mensaje periodístico, vol. 10, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, Madrid, pp. 319-328.
Dra. MIRIAM RODRÍGUEZ BETANCOURT,
Profesora Consultante de la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana
A despecho de lo que el título de estas reflexiones pudiera dar a entender, ellas no se encaminan a expresar desacuerdo alguno en relación con la legitimidad y utilidad de la enseñanza de los géneros periodísticos.
Los géneros existen y son necesarios, más que necesarios imprescindibles; si no existieran habría que inventarlos. Como bien dice Mijail Batjin en relación con los géneros de habla, "si tuviéramos que crearlos durante el proceso de habla y construir cada realización lingüística a voluntad, por primera vez, la comunicación sería casi imposible" (Sánchez 1998, p. 17).
Los géneros son útiles porque, en efecto, devienen normas para elaborar textos diferenciados; facilitar el entendimiento en las redacciones para organizar coherentemente el trabajo; hacer posible que el medio pueda cumplir lo que se denomina el juego limpio o pacto de lectura con los receptores: "los géneros forman parte de ese segundo lenguaje, no verbal, que envuelve a las palabras y trasmite al lector datos relevantes sobre lo que está leyendo" (Echeverría 1998, p. 10).
Tampoco se pretende impugnar la validez de las taxonomías, corolario en definitiva de cualquier reflexión teórica, ni proponer, en cambio, una sustitución de las existentes. De lo que se trata es, sencillamente, de adherirnos a quienes proponen no sólo un sistema de géneros más abierto sino una posición académica que abogue por mantener una constructiva crítica de ellos, lo que además de abrir cauce de legitimidad a las transgresiones creativas, significa, de hecho, asumirlos como categorías en desarrollo constante.
Los géneros tienen una naturaleza cultural, se crean, y como tal construcción, cambian, evolucionan. "Ningún género tiene garantizada la eternidad", afirma el profesor José Francisco Sánchez (1998, p. 17).
Las vertiginosas transformaciones en la producción y circulación de productos comunicativos, derivadas de las tecnologías de la información y la comunicación, ponen una vez más al "rojo vivo" la polémica en torno a la continuidad, ruptura, obsolescencia o vigencia de los géneros periodísticos tal como los identificamos hoy.
La fusión y hasta confusión de métodos, estructuras y estilos procedentes de diversos ámbitos creadores que se manifiestan en las expresiones periodísticas contemporáneas, realidad "agravada" por la irrupción acelerada de las TIC -que las potencian y transforman- constituye la esperanza más rotunda de la pervivencia de los géneros; sólo habría que reparar brevemente en la influencia que sobre ellos han ejercido antes la fotografía, los recursos sonoros y visuales y otros procedimientos y técnicas.
Es la mezcla, el entrecruzamiento, la aparición de las formas que llegan para imbricarse con otras y abrir nuevos caminos, con la consecuente declinación o desaparición súbita de las intrascendentes que se olvidan tan fácilmente como las tramas de los culebrones, rasgo característico de la escrituración periodística; "como si estuviéramos buscando permanentemente -acota Juan Cantavella- formas nuevas, originales y más productivas para comunicarnos con los lectores" (1999, p. 64)
Aún en los géneros clásicos, es decir, aquellos que se han mantenido de modo más o menos permanente entre las formas empíricas, se advierten cambios tanto en sus estructuras como en su devenir histórico.
La nota informativa o información, por ejemplo, al inicio se redactaba en primera persona y no era firmada por el reportero y la crónica acusó etapas de subestimación u olvido en muchos espacios periodísticos hasta que volvió por sus fueros en la década de los cuarenta.
La entrevista, escenario tradicionalmente reservado para el realce del entrevistado, cede espacios importantes de protagonismo al periodista en la denominada entrevista creativa, no sólo como conductor del diálogo sino como sujeto activo del discurso.
Incluso, uno de los géneros más reconocidos históricamente en las clasificaciones ortodoxas, el reportaje, es justamente ejemplo máximo de mixtura: "tiene (el reportaje) algo de noticia cuando produce revelaciones, de crónica cuando emprende el relato de un fenómeno, de entrevista cuando trasmite con amplitud opiniones de las fuentes o fragmentos de diálogo con ellas" (Ulibarri 1994, p. 82)
Refiriéndose a una de las ediciones del Premio Latinoamericano de Periodismo "José Martí", al que concurren cada año en La Habana cientos de obras, el destacado periodista uruguayo Carlos Fazio ha hecho notar cómo "cada vez más periodistas manejan distintos géneros en forma simultánea para elaborar un trabajo" (1998) lo que en su opinión constituye un notable enriquecimiento. ¿De qué otra forma, sino acudiendo a la fragmentación, han podido los autores de reportajes narrativos trasladar "la complejidad fragmentada e integrante que tienen ante sí"? (Bottiglieri 2002, p. 9).
A tenor de lo anterior, cabe dudar que los géneros sean otra de las especies en extinción, y lo que parece más verdadero es que la crisis se opera en la teoría periodística de los géneros a causa de su "tozudo carácter prescriptivo" (Chillon 2002, p. 17) más que por el embate tecnológico, los "inventos" ilícitos o la incapacidad de los realizadores.
En cualquier caso, la teoría de los géneros debía pasar por la revisión y actualización de la Teoría del Periodismo, especialmente en lo que concierne a uno de sus contenidos medulares, esto es, a partir de considerar el Periodismo no como mero reflejo de la realidad, sino como método de interpretación y construcción simbólica de ella.
¿Periodismo o Literatura?
La homogeneización del lenguaje periodístico, el negarle registros más amplios en virtud de supuestos límites de comprensión y determinarle esquemáticamente los auditorios -ignorando de paso el papel activo del receptor- son aspectos que han influido considerablemente en las debilidades conceptuales de la teoría de los géneros periodísticos, una de cuyas expresiones más recurrentes se concentra en el famoso dictamen de rechazo emitido por profesores y editores recalcitrantes: "Eso no es Periodismo, es Literatura".
Tuvieron que transcurrir seis décadas del pasado siglo -y defino como momento clave el resurgimiento del Nuevo Periodismo- para que el reportaje y la novela fueran aceptados por tirios y troyanos como categorías intercambiables; para que se comprendiese que la conexión ficcional no obligaba a abjurar de la fidelidad a la base testimonial y documental verídicas; para que se les considerara, en fin, caras de la misma moneda que comparten similar rango. El mero hecho de dirigirse a lectores aparentemente distintos cuando no opuestos, acrecentó los criterios excluyentes, hasta que llegó a verse con claridad que tanto en sus estilos como en sus técnicas y lenguajes, ambos se servían de similares recursos para cumplir su fin último y definitorio: la comunicación, y que, sin dejar de informar, era posible que "en cada nota, en cada crónica, en cada reportaje, pudiera alentar una vibración estética" (Pereira 1987, p. 3).
En el área latinoamericana no era frecuente encontrar en manuales de redacción, definiciones de los géneros que aceptaran su relación con la Literatura, excepción hecha del libro "Géneros Periodísticos", de Juan Gargurevich, en el que se les reconocía atributo creativo al llamárseles claramente, "formas periodístico-literarias" (Gargurevich 1989, p. XVII)
Añádase a la situación antes descrita el hecho de que durante muchos años la mayoría de los textos de Periodismo con los que se trabajó en América Latina, o eran traducciones de obras de autores norteamericanos o, si propios, seguían con bastante fidelidad sus huellas. Sólo en los años setenta comenzó a cambiar el panorama; aparecieron Reyes Matta, Hernán Uribe, el ya citado Gargurevich y otros que intentaron, y en varios casos lograron, una aproximación más auténtica, culturalmente hablando, superando aquellos textos que en la doctrina de la objetividad y el respeto sacrosanto a la división entre hechos y comentarios descartaban la subjetividad del periodista, ignoraban la más mínima contaminación literaria y reducían el lenguaje periodístico a una función meramente especular y a una dimensión tan unívoca como imposible.
Durante largo tiempo, además, escudándose en supuestos canónicos inamovibles, muchos ignoraron las modificaciones operadas en la capacidad receptora de los destinatarios.
Hoy en día, una de las tendencias del periodismo es la práctica del denominado periodismo ciudadano o cívico desde dos vertientes: la primera relacionada con el tratamiento de temas cercanos al ciudadano con los cuales éste se pueda identificar, y la segunda con la participación de la comunidad a través de espacios otorgados por los medios que permitan escuchar la voz del público cerrándose así el ciclo comunicativo.
Encuestas, cartas del lector, correo electrónico, entre otras vías, convierten al receptor en elemento dinámico del proceso y le permiten ejercer influencia decisiva en la creación de mensajes.
Todavía hoy es precario -y no sólo en esta región- el panorama crítico respecto al Periodismo, sobre todo en la temática de lenguajes y géneros, lo que parece deberse, según algunos autores, a la separación tajante entre saberes teóricos y saberes aplicados. (Los saberes aplicados, huelga decirlo, los de la enseñanza del hacer periodístico, es decir, de los géneros periodísticos, llevan la peor parte).
Los géneros: qué estudiar
Resulta indispensable abandonar el abordaje tradicional de los textos periodísticos y asumir también la perspectiva de la teoría del discurso cuyas investigaciones revelan características estructurales de la sociedad y no sólo pertinencias lingüísticas.
El análisis del discurso ha enriquecido el saber sobre los procesos empíricos de la comprensión y la interpretación, apunta Van Dyck, y esos hallazgos donde más pueden observarse es, precisamente, "en los procesos de producción, en las estructuras y en la recepción de los mensajes de los medios masivos" (Van Dyck 1997, p. 173).
En definitiva, como se ha dicho, estudiar los géneros, su origen y evolución, sus procedimientos, su tipología y sus perspectivas significa estudiar el Periodismo que se hace en los medios.
No es una cuestión formal que se resuelve en seguir la disciplina de unas normas determinadas; como dice Luisa Santamaría, estudiar los géneros "es comprender la función de un texto, de un medio de información" (Santamaría 1994, p. 45).
Y aún debía añadirse una ventaja más; aprender bien los géneros, conocer sus funciones y elaborarlos en consecuencia, viabiliza el camino mejor para "romperlos" y encontrar la voz propia, porque siendo estos la gramática del lenguaje periodístico deviene, por tanto, la base del estilo propio.
Hay que enseñar los géneros, de acuerdo totalmente; son ellos "las aptitudes más vigorosas e impactantes del elaborador de contenidos" (Calvimontes 1983, p. 10). Pero si admitimos pertinente la parcelación de géneros por razones de orden metodológico, igualmente adecuado nos parece la sistemática conceptualización al interior de ellos para revelar y revelarnos en una dimensión más profunda su potencialidad, que no puede reducirse a una relación de reglas acabadas, deterministas, surgidas de un recetario que certifica el producto como válido aun en situaciones y contextos diferentes.
La clasificación de los géneros periodísticos es hoy día muy amplia, tanto por géneros como por sub-géneros, pero, en general, en cualquier tipología al uso, más allá de las diferencias clasificatorias, se parte del esquema hechos-opinión según lo cual en el área factual no cabría la interpretación, la opinión del periodista, como si fuera posible reducir la información a un mero acto de trasmisión neutra carente de intencionalidad.
Si bien es deseable mantener niveles de gradación opinática en las áreas de la transmisión noticiosa, la delimitación per se entraña un esquema tan peligroso como el que, al parecer, se pretendiera evitar.
Recordaba en ese sentido la Dra. Pastora Moreno al intervenir en ICOM 2002, que "la puesta en práctica del axioma ‘los hechos son sagrados y las opiniones libres', rara vez se materializa en una práctica profesional más o menos continuada" (Moreno 2002).
A la llevada y traída doctrina de la objetividad se adecuó la tesis de que al Periodismo le corresponde un lenguaje estandar, justificándose tal supuesto, sobre todo, en condicionamientos económicos de la industria mediática dados de una vez y para siempre.
Así las cosas, se ha pretendido que la denominación de lenguaje periodístico abarque todo el entramado de modos expresivos, de géneros e incluso de medios, cuando en verdad, y con reservas ciertamente, pudiera admitirse un lenguaje más estandarizado u homogéneo sólo para la información noticiosa y sólo para algunos tipos de ella.
Atribuir a la información de actualidad, sin otros deslindes, la "cualidad" de objetividad intrínseca resulta cuando menos, caprichoso. Al respecto, escribe Rosario León, de la Universidad de Sevilla: "La información de actualidad por sí sola aporta muchas veces un conocimiento superficial de la información contextualizada que, según los cánones, no es información en sentido puro, estricto, pero sirve sin duda para esa función interpretativa" (León 1995, p. 82). Por su parte, Gomis sentencia que los géneros son "fórmulas para la interpretación" (Sánchez y López 1998, p. 26).
De igual modo, bajo el frágil ropaje de lenguaje periodístico, se pretende abarcar también, sin distingos, los lenguajes del periodismo radiofónico, audiovisual y de la prensa escrita. Como anota el venezolano Luis Angulo Ruiz, el paisaje lingüístico del Periodismo es variado y complejo por lo que "no es posible encasillar un fenómeno de esta índole en una expresión singular" (Angulo 1989, p. 46).
Muchas veces, desde las aulas, caemos en la tentación de conducir a los estudiantes a que, pertrechados de dictámenes normativos, salgan en busca de la realidad para, en ellos y con ellos, comprimirla, ajustarla a tales nociones. El camino puede ser y debe ser radicalmente distinto: que la realidad imponga los géneros y que el lenguaje, para captarla en toda su grandeza y complejidad, sea un auténtico reto: sólo así sería posible ratificar si las prescripciones fueron válidas o no.
Teoría, práctica, renovación
Desde el ámbito de la enseñanza, me permito algunas proposiciones, ya que no parece prudente aventurar respuestas rotundas en materia tan polémica y, paradójicamente, poco estudiada de modo científico.
Creo que la enseñanza de los géneros debe reforzar, en primer lugar, la capacidad crítica y autocrítica del estudiante. Es importante que los estudiantes reconozcan la presencia e influencia de las rutinas productivas y las ideologías profesionales en la construcción de los relatos periodísticos y, en la medida de lo posible, reflexionen sobre las posibilidades de cambio con el adecuado empleo y dominio de ellos.
Más que aprender a hacer, los estudiantes de Periodismo tienen que aprender a ser, permítaseme el involuntario juego de palabras. Lo que quiero decir se remite a sustituir el aprendizaje mimético por el aprendizaje verdadero, a privilegiar que los estudiantes escuchen su propia voz, descubran sus propias capacidades de lectura y aprehensión de la realidad, busquen los porqués, aprendan más que acierten.
Propiciar y estimular los cuestionamientos inteligentes de todo tipo de concepto prehecho, predeterminado, en relación con los géneros, el lenguaje y el estilo periodístico, para así contribuir, sin duda, a su constante y enriquecedora renovación. Porque, no lo podemos olvidar, son las innovaciones, las rupturas creativas, las que han elevado la categoría del lenguaje periodístico, las que marcan hitos, a pesar del silencio o del descontento de la crítica y de la propia academia.
De obligado estudio en cualquier curso de Redacción y Lenguaje son -debían ser- las obras periodísticas de Eduardo Galeano, García Márquez, Muñoz Molina, Horacio Verbitsky, Maruja Torres, Miguel Bonaso, Kapuscinsky, Alberto Moravia y Oriana Fallaci entre tantos y tantos otros que, con el legado de sus producciones, han aliviado la orfandad crítica que padece la enseñanza con calidad de los haceres profesionales.
La enseñanza rigurosa de los géneros, junto con el espacio abierto a la investigación, la experimentación, la invención y la creatividad. Como recomienda Angulo Ruiz: "al lado de un aprendizaje de unas técnicas para elaborar textos de acuerdo con los géneros, debería haber la discusión de los géneros mismos" (Angulo 1989, p. 55).
Re-evaluar la teoría de los géneros periodísticos que parte de las funciones asignadas a los tres grandes macrogéneros: informativo, interpretativo y de opinión, y preguntarse si esa clasificación no dicta compartimientos estancos y refuerzan la creencia en la utópica objetividad periodística.
Articular la enseñanza de los géneros con el resto de las materias relacionadas con la Comunicación y con la formación general humanística, desde una perspectiva multidisciplinaria que privilegie y halle su concreción en el ejercicio periodístico, en el hacer, porque es en ese terreno donde conceptualizaciones , teorías y metodologías se validan, cobran utilidad y vida.
Re-pensar, asimismo, el sistema de habilidades que sería más aconsejable diseñar para entrenar a los estudiantes, preferentemente en talleres dedicados a la exposición de ideas y discusión de proyectos creativos más que en el ejercicio, generalmente lento y aburrido, de elaborar trabajos, bajo techo docente, con el fin de desarrollar destrezas redaccionales.
Pero saber escribir, dominar técnicas y habilidades para trasmitir y analizar acontecimientos de la Historia que se gesta todos los días, con toda la importancia profesional que ello reviste, no constituye el quid del problema.
La enseñanza del hacer tiene que colocar en su justo lugar la profesión periodística como una actividad intelectual, elemento conceptual clave tanto para la Teoría del Periodismo como para la Teoría de los Géneros.
De modo excelente lo ha expresado Albert Chillon: "La comunicación periodística en cualesquiera medios, soportes, géneros o estilos (...) debe ser considerada como una mediación cultural de elevada complejidad conceptual, expresiva y técnica" (Chillon 1999, p. 431).
Desde la academia, en resumen, estar siempre dispuestos a admitir la hibridez cuando ella logre articular aportes recíprocos, modos y técnicas que sirvan a los géneros para testimoniar e interpretar la realidad -o fragmentos de ella- con el mayor grado de autenticidad y belleza.
Conclusiones:
1. Los géneros periodísticos son útiles para los medios, los periodistas, los receptores, los profesores y los estudiantes de Periodismo porque operan como modelos, contribuyen a la organización de los materiales y responden a las expectativas del público.
2. No existen géneros químicamente puros: el entrecruzamiento de formas y estilos, necesarios para testimoniar e interpretar el mundo que nos rodea, fomenta su hibridez.
3. Las modernas transformaciones tecnológicas en la producción y transmisión periodística aceleran la evolución de los géneros tradicionales y posibilitan la aparición de otros que corresponden al nuevo ámbito comunicacional.
4. El lenguaje periodístico tiene amplios registros. Públicos, medios, temáticas, perfiles editoriales y realizadores determinan diferentes estilos y lenguajes.
5. La clasificación tradicional de géneros que aún prevalece, contribuye a reforzar el mito de la objetividad periodística.
6. El Periodismo y la Literatura intercambian recursos expresivos en sus respectivos modos de aproximarse a la realidad.
7. La enseñanza de los géneros debe estimular la creatividad basada en el rigor y la experimentación.
Bibliografía.
Angulo Ruiz, Luis. 1989, "¿Existe un lenguaje periodístico?" en Lenguaje, Ética y Comunicación, Editorial Pablo, La Habana.
Bottiglieri, Nicola. 2002, "El viaje en la época de su reproducción narrativa", La Gaceta de Cuba, julio-agosto, La Habana.
Calvimontes, Jorge. 1983, Géneros Periodísticos, Cuadernos del Centro de Estudios de Comunicación, UNAM, México.
Cantavella, Juan. 1995, "Textos dinámicos y atractivos para un periodismo cambiante", Estudios sobre el mensaje periodístico, Servicios de Publicaciones de la Universidad Complutense, no. 5, Madrid.
Chillon, Albert. 1999, Literatura y Periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona.
Echeverría, Begoña. 1998, "Por qué hablar hoy de géneros periodísticos", Revista de Ciencias de la Información, no. 8, CEU San Pablo, Valencia.
Fazio, Carlos. 1998, Periodismo Urgente, Ediciones Prensa Latina, La Habana.
Gargurevich, Juan. 1989, Géneros Periodísticos, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana.