Por Cecilia Cartoceti
“Estas
historias son increíbles. Si me pongo a pensar en la mía, digo ‘¡no lo puedo
creer!’”, comenta divertido Manuel Gonçalves Granada. Siendo un bebé, fue el
único sobreviviente de la
Masacre de la calle Juan B. Justo en San Nicolás. De hijo
único, pasó a ser hermano de historia de otros 500 hombres y mujeres a los que,
como a él, les robaron la identidad. Su retórica relajada no esconde la
seriedad de sus palabras: es el testimonio de una lucha constante por la
memoria y la verdad.
Manuel
ingresa al estudio de televisión de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA el lunes 18 de junio.
Tiene mucho por contar ante un auditorio de estudiantes expectantes y nerviosos.
Manuel es hijo de Ana María Granada y Gastón Gonçalves, militantes montoneros
desaparecidos durante la última dictadura militar. Es el nuevo revisor de
Cuentas de Abuelas de Plaza de Mayo.
Manuel
es, además, el impulsor de tres juicios por delitos de lesa humanidad. Fue
querellante en la causa contra Luis Abelardo Patti en 2011 y este año cumplirá
el mismo rol en las causas contra los autores de la Masacre de Juan B. Justo
(en donde murieron su madre y la familia Amestoy) y contra el juez Juan Carlos
Marchetti, quien gestionara su adopción.
“No
es fácil hacer un paralelo entre un juicio y otro. Esperaría que terminen igual
que el juicio contra Patti, porque logramos cinco condenas y estamos conformes
con ello”, explica a los alumnos presentes. Y agrega, “las pruebas las tenía de
antes. Lo que pasa es que con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, no
las podía llevar a la justicia. Al principio, eran parte de lo que yo hice para
reconstruir mi identidad”.
Para
Manuel, sin embargo, las causas judiciales que inició exceden los motivos
personales. “La mejor manera de construir un futuro es teniendo en claro el
pasado. A mí los juicios no me van a devolver a mi mamá ni a mi papá, ni los 19
años que perdí con mi familia ni la identidad. Pero creo que es un aporte a
futuro. Los juicios generan un fortalecimiento de la democracia, de las instituciones
y de nosotros como sociedad”.
Su
optimismo y desenfado contrastan con la seriedad de sus intensiones y palabras.
Cuando es interpelado en su condición de nuevo integrante de la comisión
directiva de Abuelas de Plaza de Mayo, explica con toda franqueza, “no sé
porqué me eligieron”. Arranca más risas y continúa, “las abuelas están muy
grandes y nos necesitan. ‘Abuelas’ no va a ser igual sin ellas, pero la lucha
va a seguir siendo la misma. Somos muchos los que colaboramos. Claramente
Argentina está haciendo una revisión de su historia”.
Manuel
cuenta que una vez fue Claudio Novoa, pero que no sabe qué quedó de ese chico
en él. Cuando un estudiante le pregunta por su pasado como Claudio, Manuel le
responde con un escueto “no sé”. Las risas son inmediatas y subyace un
entendimiento palpable. “No sé bien qué hacer con mi vida como Claudio.
Recuperar la identidad provoca muchos cambios en la persona”, continúa Manuel.
La
conferencia se extiende por una hora y media. Los temas abordados son variados.
Manuel habla de los obstáculos que el poder político impone para juzgar a
figuras públicas como Patti. También habla de su familia adoptiva y de su
familia biológica. Cuenta anécdotas de su hija Martina y del proceso que lo
llevó a reconstruir su identidad. Incluso hay espacio para discutir el caso de
Marcela y Felipe Herrera de Noble.
La
lista es extensa y las palabras, muchas. Sin embargo, el hilo conductor de la
conferencia se resume en un único y problemático concepto: la verdad. “Nadie
puede decir que quiere vivir en una mentira. Uno no se da cuenta de su
importancia hasta que le roban la identidad. Hablar es ir en contra del
silencio que nos impusieron”. Manuel lo decía al inicio de su testimonio: es
una historia increíble. Y hay que contarla.
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