Por José Previgliano
La nueva generación de jóvenes está cada vez más lejos de aquel
macabro pedazo de la historia argentina que hizo desaparecer alrededor de treinta
mil personas. Pero, aunque parezca una contradicción, cada vez se acercan más.
Afortunadamente, casi treinta años después del retorno de la democracia, se
siguen abriendo numerosos espacios para la memoria y la reflexión sobre la
dictadura militar más violenta que padeció Argentina. Y son los jóvenes los que
más participan y se animan a escarbar la tierra para develar la verdad y la
justicia que los militares quisieron sepultar.
Manuel Gonçalves Granada, hijo de desaparecidos, se presentó el
lunes 18 de junio en el estudio de TV de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA para dialogar con
estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Manuel
llegó a las 19:20 y se sentó en una mesa repleta de grabadores que estaban
listos para registrar una conferencia de prensa, que se pareció más a una
charla café, por el humor y la soltura del invitado.
A partir de las inquietudes de estos jóvenes que nacieron en
democracia y que vivieron su infancia durante la nefasta década menemista,
Manuel habló sobre su vida personal y los juicios en los que es activista, pero
también reflexionó sobre lo que significa para él la dictadura. “Me parece que
cuando existe un plan pergeñado por el Estado para secuestrar, torturar,
desaparecer a las personas, tirarlas desde los aviones, tener fosas comunes, robarle
la identidad a casi quinientos chicos, eso no puede ser llamado de otra manera
que no sea un genocidio”, dijo.
Los padres de Manuel, Ana María Granada y Gastón Gonçalves,
fueron asesinados en 1976. Como saldo de esta represión, Manuel fue dado en
adopción, le cambiaron su nombre y durante varios años ignoró su verdadera
historia. Recién en 1997 pudo recuperar su identidad gracias al trabajo de
Abuelas de Plaza de Mayo y a partir de ahí se involucró completamente en la
causa. Pero en aquel entonces no se hablaba sobre el genocidio militar como
ahora. “No había telenovelas, ni teatro, ni nada que hable sobre la dictadura.
Incluso la educación no hablaba de eso. A mí en el colegio nunca me hablaron de
la dictadura”, señaló Manuel.
Por tal motivo, el hijo de desaparecidos se mostró muy contento
y esperanzado con la época actual por la manera en que se revisa el pasado.
Manuel tiene una hija de 11 años y según él, su generación “es la que tiene la
oportunidad de saber la verdad desde siempre, cosa que nos negaron a todos”.
Cuando le preguntaron a Manuel su opinión con respecto a las
mentiras que los militares inventaron para justificar su plan macabro, el
invitado respondió: “Claramente acá no hubo una guerra. Sólo hay que ver las
consecuencias de un lado y del otro y te das cuenta que no hubo una guerra. En
la casa donde estábamos nosotros éramos seis personas, de las cuales tres eran
niños, la más grande tenía cinco años y había dos mujeres y un hombre, y vinieron
cuarenta tipos con granadas, ametralladoras y gases lacrimógenos para matarnos.
El Estado atacando al pueblo no es un guerra, nunca, en ninguna parte del mundo”.
Hace poco tiempo
Manuel asumió el puesto de revisor de cuentas de Abuelas de Plaza de Mayo,
convirtiéndose en el primer nieto que integra la comisión directiva de la
institución que le devolvió la identidad. De esta manera, al igual que la
sociedad, Abuelas también se actualiza con las nuevas generaciones para
continuar y profundizar el camino hacia la “Memoria, Verdad y Justicia” que
iniciaron poco tiempo después del golpe de Estado de 1976.
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