TRUMAN CAPOTE
Por José María Previgliano
En 1959 ocurre un crimen
aparentemente inexplicable en un pequeño pueblo de Estados Unidos llamado
Holcomb. Hasta allí llegan toda clase de personajes para develar el violento
asesinato de un granjero y su familia: policías, investigadores privados,
médicos forenses, periodistas. Entre los interesados por el misterioso suceso
se encuentra un hombre pequeño, rubio, de más de cuarenta años, que insiste en
que detrás del asesinato se esconde una historia compleja que la sociedad tiene
que conocer. Acostumbrado a escribir novelas, en este caso se dedica durante un
año a recorrer los alrededores de la escena del crimen, recopilar información y
registrar los diálogos que entabla con más de cien personas, entre ellas,
vecinos, familiares y amigos de las víctimas. Siete años más tarde, con el
crimen ya resuelto por las autoridades policiales, el resultado de esa
investigación se transforma en “A sangre fría”, la novela que convertirá a este
pequeño hombre en uno de los padres del nuevo periodismo.
Truman Streckfus Persons,
más conocido como Truman Capote, nace
el 30 de septiembre de 1925 en Nueva Orleans, Estados Unidos. En la
adolescencia descubre su interés por la escritura y empieza a publicar cuentos
en algunas revistas populares con tan sólo diecisiete años. Pero además de sus
ficciones, para ese entonces ya empieza a disfrazar de novela un escándalo
social de su entorno que le parece muy atractivo. Un tiempo después es
contratado por una importante revista norteamericana y así conoce el oficio de
periodista que lo acerca al reportaje de investigación. De esa manera completa
el currículum variopinto que se reflejará en la nueva corriente periodística
que inaugura.
Truman Capote no conoce
límites. La variedad de técnicas literarias de las que se vale para escribir
sus obras le sirven para mantener un dominio estilístico y emocional sobre el
material con el que trabaja. Según él, “con el reportaje no se
pueden lograr las profundidades inmediatas que pueden lograrse en la literatura
novelística. Sin embargo, una de las razones que me han movido a escribir
reportajes es la de probar que podía aplicar mi estilo a las realidades del
periodismo”.
Precisamente, el estilo de
Truman Capote está íntimamente relacionado con su personalidad. Sólo un hombre
con una cabeza fría, dura y deliberada puede mantener cierta distancia y
reflexionar apasionadamente, pero a su vez con cautela, acerca de una historia
como la que Capote relata en “A sangre fría”. “Tengo que agotar la emoción
antes de sentirme lo suficientemente clínico para analizarla y proyectarla, y
por lo que a mí se refiere, ésa es una de las leyes de la adquisición de una
verdadera técnica”, declara el escritor en una entrevista.
Obsesivo tanto en su gramática como en los pormenores
de la vida de cada uno de los personajes de “A sangre fía”, Capote no deja
pasar detalles. Su astucia de investigador le permite captar
hasta la información más vaga que pueda guardar relación con el asunto
principal que lo atrae. Pero para llegar a construir una novela de no ficción,
combina su inteligencia periodística con una importante cuota de imaginación.
La obra final no la concibe durante el trabajo de campo, sino recién acostado
en un diván, con un cigarrillo o un café en una mano, y un lápiz negro en la
otra. Así, Truman Capote se convierte en uno de los pioneros del magnífico
complemento que tan sólo las eminencias pueden lograr entre la literatura y la
investigación periodística.
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